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Lo que mal empieza, mal acaba: ¿ha dado Elon Musk la puntilla definitiva a Twitter?

La controvertida decisión de Elon Musk de limitar la lectura de tuits en Twitter sugiere que el sudafricano tiene poco o nada bajo control en la red social.

Twitter ha dejado atrás la que ha sido probablemente la peor semana de su historia (en el plano técnico al menos). Después de una serie de emergencias en los servidores en la red social, Elon Musk decidió que había que limitar el número de tuits que la gente podía visualizar a diario en Twitter. Aunque amparada en supuestas dificultades técnicas, se trata de una decisión que contraviene deliberadamente el espíritu de una plataforma inevitablemente a merced de las interacciones de sus usuarios (y de los anuncios que muestra a tales usuarios). A Elon Musk les costó la friolera de 44.000 millones de dólares comprar para sí mismo esa suerte de plaza pública que ha sido siempre Twitter. Sin embargo, derruir esa plaza pública (hasta dejarla reducida a escombros) es paradójicamente gratis.

A fin de evitar «niveles extremos de extracción de datos y manipulación del sistema», Elon Musk anunció durante este fin de semana límites a la lectura de tuits diarios en Twitter. Se trata de una medida que puede ser eventualmente revertida (como ya lo han sido otras muchas medidas durante el mandato del sudafricano al frente de Twitter), pero convierte a la red social del pajarito en una plataforma virtualmente inservible para aquellos usuarios huérfanos de cuenta y también para aquellos que aun teniendo cuenta, acceden a ella con mucha frecuencia.

La controvertida medida es la enésima prueba que de Elon Musk tiene poco o nada bajo control en Twitter. Es, al fin y al cabo, incapaz de agasajar con una experiencia mínimamente decente y funcional a los usuarios de la que otrora fue una de las redes sociales más vibrantes e importantes de la galaxia 2.0.

Ante la extrema e ilógica naturaleza de la última intervención de Elon Musk en Twitter, resulta inevitable hacer algunas especulaciones. ¿Obedece el límite para la lectura de tuits diarios en Twitter a un fallo de naturaleza técnica que ha sido interpretado como una decisión ejecutiva? ¿O es quizás todo lo contrario, una jugada con la que Elon Musk trata de forzar la bancarrota de Twitter?

En vista de los bandazos que Elon Musk ha protagonizado en los últimos meses en Twitter, no resulta quizás del todo impensable que el verdadero plan del empresario sudafricano sea destruir lentamente pero sin pausa la red social por la que pagó hace un año 44.000 millones de dólares, explica Charlie Warzel en un artículo para The Atlantic.

Esta hipótesis, indudablemente atractiva, presenta, sin embargo, un importante fallo. Para asumir esta hipótesis como cierta, deberíamos también asumir que Elon Musk se guía mínimamente por la razón a la hora de tomar decisiones (y la razón parece ausente en buena parte de sus erráticos comportamientos).

La capacidad de liderazgo de Elon Musk al frente de Twitter ha quedado seriamente en entredicho

Muchos de los acólitos de Elon Musk siguen pensando, no obstante, que Elon Musk lo tiene todo bajo control en Twitter (aunque parezca totalmente lo contrario). ¿Por qué habría que poner en tela de juicio la capacidad de Musk para liderar Twitter cuando ha dirigido previamente con mucho éxito empresas como Tesla y SpaceX? Este el argumento que esgrimen habitualmente los adláteres de Musk. Sin embargo, lo cierto es que el multimillonario compró Twitter sobre todo y ante todo por impulso y porque el antiguo CEO de la red social tuvo el atrevimiento de herir sus sentimientos.

Por lo pronto el liderazgo de Musk al frente de Twitter parece lastrado a todas luces por la ausencia flagrante de todo sentido de la estrategia. Después de traspasar a la red social toda una miríada de deudas con el último objetivo de completar su adquisición, Musk tuvo la ocurrencia de diseminar teorías de la conspiración en Twitter y alienar a los anunciantes, los mismos que otrora pagaban las facturas en el seno de la compañía.

A continuación, Musk volvió a dar la bienvenida a Twitter a quienes con más contumacia habían quebrantado las normas de la red social, despidió a la mayor parte de los empleados de la compañía (incluso aquellos que tenían encomendadas tareas de naturaleza técnica) e hizo de pago funcionalidades que habían sido siempre gratuitas.

Tras semejante tropel de malas decisiones encadenadas, no sorprende que los ingresos publicitarios de Twitter se hayan derrumbado casi un 30% en 2023.

En las últimas semanas Elon Musk pareció haber tomado la primera decisión verdaderamente razonable en Twitter fichando a Linda Yaccarino con nueva CEO de la red social. Pero tras sus últimos desmanes parece claro que Linda Yaccarino es meramente un títere a ojos de Elon Musk. Resulta impensable que una ejecutiva veterana en el universo de la publicidad como Yaccarino haya dado de verdad su beneplácito a límites para poner palos en las ruedas al «doomscrolling» en Twitter (precisamente el atributo que hace más valiosa a esta plataforma, en particular para los anunciantes).

¿Hay realmente una respuesta razonable para que una empresa que vive de la publicidad como Twitter limite de manera tan drástica el contenido que puede ser visualizado por centenares de millones de personas en esta red social?

Lo que parece claro (y ni siquiera la inconmensurable fortuna de Elon Musk puede camuflar) es que el sudafricano está siendo un pésimo líder para Twitter. Puede que Musk sea un genio y un visionario (o al menos así lo contemplan muchos), pero su incompetencia al frente de Twitter es absolutamente flagrante. Y su reputación como genio y visionario se está diluyendo como un azucarillo precisamente por sus múltiples traspiés en la red social del pajarito, concluye Warzel.

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